El reino de colores de Vassily Kandinsky

“Todo me resultaba incomprensible y no fui capaz de adivinar las consecuencias de aquella experiencia. Lo que me resultaba claro era la fuerza insospechada de la paleta, desconocida hasta entonces para mí, que sobrepasaba todos mis sueños. La pintura irradiaba fuerza y esplendor de cuento de hadas. Inconscientemente se desacreditaba al objeto como elemento pictórico inevitable.»

Fueron estas y no otras las palabras que emanaron de la mente de Vassily Kandinsky, pintor moscovita de finales del siglo XIX (1866), nada más ver la obra “Montón de heno” del impresionista Monet que en 1895 expuso en Moscú, junto a otros artistas que seguían los mismos pasos y que el joven Vassily fue a ver tras sentirse atraído por las duras críticas hacia los impresionistas.

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Montón de heno, Monet, 1895.

Como casi la mayoría de nosotros, tras aquella impresionante experiencia visual y con ayuda de Wagner, en una más que satisfactoria y tal y como él expresó “colorida” visita a la ópera Lohengrin, nuestro futuro pintor se encontró en medio de una encrucijada. Se topó con dos caminos, uno más estable y transitable como era un puesto en la Universidad de Dorpat siguiendo una línea científica, y por otro lado la dura y sacrificada vida del pobre y hambriento artista. Una vida que a su esposa y al mismo tiempo prima Anja Tschimiakin no le gustaría desde un principio, pero que tuvo que aceptar irremediablemente, ya que su marido se inclinó ante las artes, los colores, la música y la belleza del mundo abstracto.

Un año después de aquellas dos grandes influencias de Monet y Wagner, el matrimonio se muda a Munich donde el recién nacido artista se dedicará en cuerpo y alma a aquello que desde niño quiso hacer; contar historias mediante colores y formas.

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La cantante. Grabado 1903

 

La vida del pintor se puede observar como una carrera ambulante que le llevará a lo largo de los años a grandes capitales del arte como Paris, Munich o su amada Moscú y a contemplar de cerca nuevos movimientos a los que aportó colosales influencias. Una itinerancia semejante a la exposición que hoy en día encontramos en el CentroCentro Cibeles de Madrid, para conmemorar el cumpleaños número 150 del nacimiento del artista. Organizado por el Centro Pompidou y Artemisa Group, nos encontramos con ocho salas que a su vez se dividen en cuatro importantes secciones. Sus distintas estancias y vivencias por Europa hacen de esta exposición un viaje a la obra de toda una vida, repleta de cambios e influencias, de retos y de críticas que al fin y al cabo han hecho de este hombre uno de los referentes más completos de la pintura abstracta.

Frente a comentarios como “colorista” o “paisajista” los cuales él veía como descalificativos, en sus propias palabras…me sentía más a gusto en el reino de los colores que en el del dibujo, y no sabía como defenderme frente a aquella desgracia. Desgracia que acabó por convertirse en amiga y compañera de vida.

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Composición VII, 1913.

En 1914 y tras participar en el movimiento alemán Der Blaue Reiter (El jinete azul), del cual afirmaba que la meta de todos aquellos artistas era mostrar mediante las diversas formas expuestas, cómo el deseo interior del artista se podía expresar de un modo múltiple, regresa a su madre patria, Moscú.

El 3 de agosto del 1914 estalla la I Guerra Mundial y el artista huye a Suiza. En 1922 se traslada al conocido pueblo de Weimar, en Alemania, donde tantos artistas encontraron inspiración entre el olor a leña quemada y los acostados tejados nevados. Allí, en la Bauhaus y distanciándose de las tres corrientes artísticas en oposición a la pintura abstracta (el Neorrealismo, el Expresionismo y el Dadaismo) se unirá a Walter Gropius, fundador de la escuela artística.

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Período Bauhaus, 1922-1933.

Finalmente en 1933 se traslada a Paris con su esposa, donde ambos conseguirán la nacionalidad francesa. Entra en contacto con el grupo Abstracción-Creación y expone en la “Galerie des Cahiers d´Art”, entre otras muchas. Su último gran cuadro, Composición X lo terminará en 1939 y cinco años más tarde morirá de arterosclerosis, un 13 de diciembre en Neuilly-sur-Seine, con 78 años de edad.

Una obra completa de un artista consagrado como pionero en el movimiento de la abstracción. Un viaje a través de años de vivencias, experiencias y dolencias que se transmiten por medio de llamativos y apagados colores, capaces de expresar, con forma o sin ella, el mundo que con pesar llevaba sobre sus hombros. Una cabeza llena de imaginación y sueños reflejados en un trabajo del que ahora, gracias a la itinerancia de grandes exposiciones como esta, podemos disfrutar.

La redacción más increíble del Rock´n Roll

Un tal Thompson, doctor en Periodismo, dijo que San Francisco en el año 1967 era un lugar donde merecía la pena vivir. Una ciudad que excusaba a los jóvenes y los no tan jóvenes para salir, beber, colocarse, descubrir nuevos sonidos, unirse al movimiento hippie y a la cultura del rock ́n roll, protestar contra de la guerra de Vietnam y contra aquél capitalismo salvaje que no había hecho más que empezar, enamorarse, sangrar, volar y derrapar. Aquel Thompson también dijo que…nos encontrábamos todos en la cresta de la ola, una gran ola que parecía no tener fin. En efecto, pocos años después llegaron los setenta y junto a la muerte de los Beatles, murió la década más preciosa de todas las habidas. La ola se había disuelto y solo quedó la espuma.

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Annie Leibovitz y Jann S. Wenner en las oficinas de Rolling Stone en el 625 de Third Street en San Francisco. 1973

Aquellos años precisaron de una publicación que reunió todas aquellas sensaciones. Un nombre que dio a la publicación consistencia y que surgió a raíz de una canción de Muddy Watters, de la cual también muchos otros grupos y artistas sacaron material para sus carreras musicales. Ocurrió en aquel invierno californiano del 67 el nacimiento de la revista Rolling Stone, dedicada a la música y a la cultura popular de aquel fin de década que, publicándose quincenalmente, a medida que pasaba el tiempo fue sufriendo varias transformaciones, tanto en contenido como en estilo de redacción, hasta llegar a lo que hoy en día es.

Rolling Stone fue fundada por Jann S. Wenner y Ralph J. Gleason. El primero de ellos sigue siendo su editor hoy en día. A lo largo de los años ha contado entre sus filas con verdaderos monstruos de la palabra y de las historias. Los más destacados y los cuales alcanzaron la fama por su talento ante la máquina de escribir, su destreza y su nuevo estilo llamado nuevo periodismo fueron nada más y nada menos que Lester Bangs (considerado el mejor crítico de rock de la historia), Hunter S. Thompson (conocido por sus reportajes psicodélicos y rebosantes de anfetas), Joe Eszterhas (escribió un magnífico reportaje de investigación sobre la muerte de un jefe de policía de un pequeño pueblo de Idaho), Ben Fong- Torres (nos mostró la vida diaria de Ike y Tina Turner), David Fricke (una eminencia de hoy en día que ha pisado incontables escenarios y backstages), Annie Leibovitz (conocida fotógrafa que vendió muchas de las portadas de la publicación), Tom Wolfe ( el refinado escritor de muchas novelas y reportajes del nuevo periodismo) y muchos otros afortunados más. Una lista interminable de talentosos redactores que hicieron de Rolling Stone un diamante en bruto, pero que con los años fue perdiendo su propio brillo. La revista comenzó a publicarse con el mismo nombre y mensualmente en Latinoamérica y alrededor de Europa. A medida que transcurrían los años fue tomando un tono más político y social (del que rehuía en un principio), sin dejar a un lado la música. Pero el estilo fue cambiando. De solo publicar Rock ́n Roll, recibió un duro cambio, adaptándose a la escena musical de los años venideros. Para que se entienda bien, Justin Bieber fue portada de Rolling Stone en el año 2013.

En España, la revista ha sido editada por PROGRESA desde 1999, con artículos locales y traducciones. Cuenta con varias secciones especificadas en el índice de la primera página. Las principales son, Start, una introducción que baraja varios temas y curiosidades del mes). La siguiente sección es la de Estilo & RS. Una especie de mezcla entre música y estilo. La guía, donde se puede encontrar temática como cine, música, internet, novedades, viajes (hasta 2007 no existía esta sección) y libros. La última de todas es la Cara B, donde se recogen anécdotas y curiosidades de artistas y acontecimientos.

Hoy en día, Rolling Stone sigue imprimiéndose en la mayoría de países, a pesar de que hay alguno que no ha podido con todo el peso que conlleva (España precisamente dejó de publicar la revista hace unos cuantos meses). Su futuro es incierto, estamos en una era en la que el rock no toma tantas portadas como en anteriores años y los artistas están siendo sustituidos por nuevas celebridades. Dudo mucho que vayamos a presenciar la muerte de Rolling Stone como tal, porque la verdadera revista murió hace ya muchos años y la actual es una versión zombie que no alcanza, en mayor medida, lo increíble que fue la original.

Una vez leí que el Rock´n Roll finalmente había muerto, pero que el funeral de este estaba siendo cojonudo. Es posible que Rolling Stone esté siendo la cronista de esta triste pero grandiosa despedida final.

El poder del arte o el arte del poder

¿Qué fue antes, el arte o el poder de crear arte? ¿Es posible crear arte sin tener medios para crear arte? Al fin y al cabo, este pequeño dilema que dio comienzo con un huevo y una gallina nos plantea la posibilidad de reflexionar durante unos minutos sobre el arte, sobre el poder y sobre ambos a lo largo de la historia de las civilizaciones.

 Desde que el Homo erectus decidió que ya era hora de erguirse y sobrevivir al duro mundo que se le presentaba delante, el ser humano siempre ha coqueteado con el control del poder. Instintivamente o no, siempre se ha buscado y encontrado la forma de resaltar, de controlar, al principio como una forma de supervivencia (hombre contra animal) y más tarde como un modo de adquisición (hombre contra hombre).

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Papiro egipcio

Y debe ser que el poder tiene el sabor más dulce del mundo, que quien lo agarra lo intenta retener con todas sus fuerzas. El poder trae consigo muchas ventajas, casi tantas como inconvenientes. Controlar algo o a alguien supone, además de un esfuerzo mental increíble por no perder la cabeza, una capacidad de liderazgo y persuasión admirable. Y muchas veces, el poder ha utilizado el arte como ansiolítico para calmar, engañar y controlar a los más desafortunados, es decir, la gran mayoría de la población.

 Decía el amigo Shakespeare, que el propósito del arte es darle forma a la vida. No vamos a empezar a desmentir palabras de eminencias por ahora, pero sí a escarbar un poco más hondo en lo que el dramaturgo inglés dijo en sus días.

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Cerámica Griega

A lo largo de la historia de la humanidad, todas las civilizaciones han fantaseado y cumplido con la idea de “yo soy más fuerte, más listo y más hábil que tú, por lo que te conquisto y te aguantas”. La Historia no es más que el relato de los vencedores, por tanto el arte que aquellos ganadores hicieron crear es también una imposición del fuerte frente al débil. Cualquier arco de triunfo es exactamente lo que su nombre indica. Una obra de arquitectura creada específicamente para resaltar el poder de algo o de alguien. El triunfo de algo sobre otro algo.

Los hombres de las cuevas necesitaban mezclas de materias primas para poder pintar en las paredes. Los griegos necesitaron, no solo los mejores artistas, sino alguien quien los financiara para poder dejarnos semejante legado. Los romanos necesitaron a sus emperadores para poder dejar boquiabierta a la plebe. En la Edad Media se necesitó el dinero de los reinos para poder mantener el linaje artístico e histórico de sus coronas. La primavera renacentista y barroca solo fue posible gracias a la ingente cantidad de mecenas que se propusieron dejar huella en una tierra de nombres olvidados. Todo ello con ayuda de segundos y terceros.

El arte a través del tiempo ha servido como guía de lo ocurrido para los más analfabetos y desposeídos. Era la forma de demostrar la magnitud de un hombre, un pueblo, un reino, un imperio, un mundo poderoso. Y por supuesto una herramienta de control implacable.

La religión, sea cual sea, siempre ha gozado de inmenso protagonismo en lo que a arte y poder se refiere, entre otros muchos ámbitos. Y es que saber, es poder. Eran los teólogos los portadores de la cultura y las artes. Ese saber les ayudaba a escalar peldaños hacia la cima del poder. Las catedrales son un claro ejemplo de esplendor, poderío y arte. Los devotos entraban en ellas llenos de culpabilidad y salían con la sensación de haber sido purificados en el estanque más bendito del cielo. Toda forma y pintura inspiraba un sentimiento celestial y recio no comparable a nada en la tierra.

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Interior de la catedral de Chartres

A lo largo de los años el asunto no ha cambiado demasiado. Tal vez no se construyan más arcos de triunfo, pero se edifican grandes rascacielos que demuestran a los edificios que quedan bajo sus sombras quien es el boss, cuán inmenso es el poder del dueño que hasta puede arañar los cielos. Y de la misma manera que un rascacielos puede mostrar todo su potencial, puede serle también arrebatado en unos segundos. Derribar tanto simbolismo, es clavar una flecha en el corazón de una nación, asustar a una población que se cree no solo poderosa, sino también indestructible. Marcar una esquina con orina, demostrar tu poder. El arte y el poder están repletos de semiología que se interpretan de muy distintas maneras.

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Skyline de Nueva York

El negocio sigue teniendo un precio muy elevado y ese precio concede, primero al vendedor y una vez adquirido al comprador, el poder. Los mecenas actuales se rifan los clientes, los cuales hoy en día sobran, que pujan por ver quién paga más pasta por un Picasso que permaneció en la sombra varias décadas. La única diferencia es que tal vez, gracias a que ahora estamos alfabetizados, nos da por tener ideas propias y no ceñirnos a lo que nos cuentan los poderosos. Menos mal que ya hemos superado esa fase y ahora las cosas son distintas.

Guiño, guiño..nótese la ironía.

Obituario FICTICIO Mario Vargas Llosa

“Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores”. Una de las muchas sinceras verdades que nos ha dejado el escritor peruano Mario Vargas Llosa, tras su muerte la pasada noche en Madrid, ciudad donde residió durante algunos años de su vida.

Hoy el mundo de las letras despide a un veterano, un soldado de tinta condecorado por las instituciones más sendas y leído por miles de millones de personas que encontraron en este novelista un refugio donde esconderse de la realidad. Premiado entre otros muchos honores con el Príncipe de Asturias de las Letras 1986 y el Nobel de Literatura 2010, ha sido considerado uno de los más relevantes novelistas y ensayistas contemporáneos. Su muerte, producida por un paro cardíaco el primero de diciembre de 2015, deja un vacío en el mundo literario que a partir de ahora solo podrá ser llenado sumergiéndonos en su obra literaria.

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Mario Vargas Llosa frente a su biblioteca personal


Jorge Mario Pedro Vargas Llosa nace en Arequipa, al sur de Perú bajo la sombra del volcán Misti, un 28 de marzo de 1936. Su infancia estará marcada por la ficticia muerte de su padre, quien se separo de su madre antes de su nacimiento y el traslado a Bolivia a muy temprana edad, donde su abuelo consiguió un trabajo para administrar una hacienda algodonera.

A la edad de 10 años Mario se encuentra por primera vez con su padre en Piura, escondido por su madre para evitar el dolor del divorcio anterior a su nacimiento. La ex pareja vuelve a juntarse y se trasladarán a Lima donde Mario ingresará en el Colegio La Salle, de la congregación Hermanos de las Escuelas Cristianas. A los 14 años su padre decide enviarlo al Colegio Militar Leoncio Prado, donde a pesar de sobrellevar una dura disciplina militar, leerá y escribirá “como no lo había hecho nunca antes” según sus propias palabras.

Sus inicios en el periodismo datan del año 1952, cuando comienza su primer trabajo en el diario de Lima La Crónica. Un año más tarde ingresa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde se graduará en Derecho y Literatura y será considerado el alumno más distinguido de Literatura de la universidad recibiendo como premio la beca Javier Prado para seguir cursos de posgrado en la Universidad Complutense de Madrid. Tras su estancia en Madrid viajará a París con su reciente esposa Julia Urquidi y comenzará a escribir su primera novela, La ciudad y los perros, basada en las experiencias personales que vivió durante su estancia en el Colegio Militar Leoncio Prada. El éxito, así como la atención del público hacia su obra fue inmediata y le abrió el camino en el mundo de la literatura. En 1966 publica La casa verde, su segunda novela que lo afianzará finalmente como una importante figura de la narrativa latinoamericana.

Volverá a casarse y tendrá tres hijos con su segunda esposa, de la cual se separará años más tarde. Deja a un lados los temas más solicitados como los problemas sociales y la política para hacer hincapié en el humor con novelas como Pantaleón y las visitadoras o La tía Julia y el escribidor, inspirada y dedicada a su primera esposa Julia. También indagará en el campo de la novela histórica con La guerra del fin del mundo.

Entre los innumerables premios recibidos, los más destacados serán el Nobel de Literatura en 2010 y los dos mayores galardones que se conceden en el ámbito de las letras hispánicas, el Rómulo Gallegos 1967 y el Cervantes 1994, por su novela La casa verde.

Decía él que escribía para llenar vacíos, para tomarse desquites contra la realidad, contra las circunstancias. Y ayer de madrugada Mario se presentó por última vez ante la realidad más dura de todas.

Este es un obituario ficticio realizado como práctica para la asignatura de Periodismo Especializado en Ciencia y Cultura.