El poder del arte o el arte del poder

¿Qué fue antes, el arte o el poder de crear arte? ¿Es posible crear arte sin tener medios para crear arte? Al fin y al cabo, este pequeño dilema que dio comienzo con un huevo y una gallina nos plantea la posibilidad de reflexionar durante unos minutos sobre el arte, sobre el poder y sobre ambos a lo largo de la historia de las civilizaciones.

 Desde que el Homo erectus decidió que ya era hora de erguirse y sobrevivir al duro mundo que se le presentaba delante, el ser humano siempre ha coqueteado con el control del poder. Instintivamente o no, siempre se ha buscado y encontrado la forma de resaltar, de controlar, al principio como una forma de supervivencia (hombre contra animal) y más tarde como un modo de adquisición (hombre contra hombre).

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Papiro egipcio

Y debe ser que el poder tiene el sabor más dulce del mundo, que quien lo agarra lo intenta retener con todas sus fuerzas. El poder trae consigo muchas ventajas, casi tantas como inconvenientes. Controlar algo o a alguien supone, además de un esfuerzo mental increíble por no perder la cabeza, una capacidad de liderazgo y persuasión admirable. Y muchas veces, el poder ha utilizado el arte como ansiolítico para calmar, engañar y controlar a los más desafortunados, es decir, la gran mayoría de la población.

 Decía el amigo Shakespeare, que el propósito del arte es darle forma a la vida. No vamos a empezar a desmentir palabras de eminencias por ahora, pero sí a escarbar un poco más hondo en lo que el dramaturgo inglés dijo en sus días.

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Cerámica Griega

A lo largo de la historia de la humanidad, todas las civilizaciones han fantaseado y cumplido con la idea de “yo soy más fuerte, más listo y más hábil que tú, por lo que te conquisto y te aguantas”. La Historia no es más que el relato de los vencedores, por tanto el arte que aquellos ganadores hicieron crear es también una imposición del fuerte frente al débil. Cualquier arco de triunfo es exactamente lo que su nombre indica. Una obra de arquitectura creada específicamente para resaltar el poder de algo o de alguien. El triunfo de algo sobre otro algo.

Los hombres de las cuevas necesitaban mezclas de materias primas para poder pintar en las paredes. Los griegos necesitaron, no solo los mejores artistas, sino alguien quien los financiara para poder dejarnos semejante legado. Los romanos necesitaron a sus emperadores para poder dejar boquiabierta a la plebe. En la Edad Media se necesitó el dinero de los reinos para poder mantener el linaje artístico e histórico de sus coronas. La primavera renacentista y barroca solo fue posible gracias a la ingente cantidad de mecenas que se propusieron dejar huella en una tierra de nombres olvidados. Todo ello con ayuda de segundos y terceros.

El arte a través del tiempo ha servido como guía de lo ocurrido para los más analfabetos y desposeídos. Era la forma de demostrar la magnitud de un hombre, un pueblo, un reino, un imperio, un mundo poderoso. Y por supuesto una herramienta de control implacable.

La religión, sea cual sea, siempre ha gozado de inmenso protagonismo en lo que a arte y poder se refiere, entre otros muchos ámbitos. Y es que saber, es poder. Eran los teólogos los portadores de la cultura y las artes. Ese saber les ayudaba a escalar peldaños hacia la cima del poder. Las catedrales son un claro ejemplo de esplendor, poderío y arte. Los devotos entraban en ellas llenos de culpabilidad y salían con la sensación de haber sido purificados en el estanque más bendito del cielo. Toda forma y pintura inspiraba un sentimiento celestial y recio no comparable a nada en la tierra.

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Interior de la catedral de Chartres

A lo largo de los años el asunto no ha cambiado demasiado. Tal vez no se construyan más arcos de triunfo, pero se edifican grandes rascacielos que demuestran a los edificios que quedan bajo sus sombras quien es el boss, cuán inmenso es el poder del dueño que hasta puede arañar los cielos. Y de la misma manera que un rascacielos puede mostrar todo su potencial, puede serle también arrebatado en unos segundos. Derribar tanto simbolismo, es clavar una flecha en el corazón de una nación, asustar a una población que se cree no solo poderosa, sino también indestructible. Marcar una esquina con orina, demostrar tu poder. El arte y el poder están repletos de semiología que se interpretan de muy distintas maneras.

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Skyline de Nueva York

El negocio sigue teniendo un precio muy elevado y ese precio concede, primero al vendedor y una vez adquirido al comprador, el poder. Los mecenas actuales se rifan los clientes, los cuales hoy en día sobran, que pujan por ver quién paga más pasta por un Picasso que permaneció en la sombra varias décadas. La única diferencia es que tal vez, gracias a que ahora estamos alfabetizados, nos da por tener ideas propias y no ceñirnos a lo que nos cuentan los poderosos. Menos mal que ya hemos superado esa fase y ahora las cosas son distintas.

Guiño, guiño..nótese la ironía.

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